Blanca leche que vierte en el cuenco de barro, las rosadas mejillas los ojos y las manos consistentes masa del pan recién horneado reunido en una cesta oro y azul el traje el paño la cocina en penumbras, ella a solas revelada su rutina menuda un haz de luz.
Si tú, poeta, imaginas una historia pintándola con la pluma, el pintor lo hará mejor con un pincel. Si llamas a la pintura poesía muda; el pintor dirá de tus escritos que son pintura ciega.
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