21/7/07

13 de abril


Vas a darme la mano
te acompaño hasta el borde de la cama
con cuidado
vas a sentarte allí
lentamente
inclinarás el cuerpo
te alzo los pies así
hasta que puedas
recostarte y dejar
sobre la almohada
la frente de las fiebres
tus manos de uñas largas
inmensamente pálidas
con esa vena azul
esa mancha morada
me acerco demasiado para oírte
tu voz está tan débil
que apenas se le impone
al rumor de la queja
la letanía eterna del dolor
la despedida.
Si hubieses podido elegir
si así te hubiese sido dado
habrías hecho, entre nosotros
un corolario del adiós
una frase que convierta
palabras en legados
un mantra, un koan
un regalo
un souvenir de tus viajes por el mundo
dando vueltas y vueltas
alrededor del sueño
de una casa.
Tu muerte habría sido
algo vestido de pudor
tejido a mano
(inmensamente pálida
la vena azul
la mancha púrpura)
entre un recuerdo de cocina
de espuma de jabón
una caricia estéril pero ardiente
en algún tramo
leve
ligeramente áspera
-de modo que se imprima-
La memoria, después
tiende a llanura
y poco a poco
se desentiende de lo débil
lo que no pudo ser
lo que quedó para un mañana
de todos modos imposible.
Para el cuerpo, pudor
el alma, ahora sabemos
no requiere
cubrirse de los ojos invasivos
siempre esta ahí,
cuando se tuerce de dolor
cierra las puertas,
no se exhibe.

16/7/07

Sucesos


En el mundo,
lo sabes
-con dolor lo aprendimos-
a menudo no ocurre casi nada:
en la deriva de la noche
las estrellas nos miran
a flote, y en silencio
la esfera extática soporta
el neutro ruido
de todo lo que en tierra
hemos imaginado.
Pocas veces se enfrentan
el deseo de entrar
y la puerta
entonces,
-sólo entonces-
ese raro momento que inaugura.
Querrías voltear
con un soplo de fuego
las almenas más altas del palacio encantado
allí dentro
alguien delira, sofocada
agregando unos trazos al mapa del tesoro
-los sinuosos caminos son el curso del goce-
la altura de las torres
eleva lo que esconden
puede ser, por momentos
una hendija de luz amarillenta,
un macizo candado
o el batir de las puertas
entregadas al viento
cuando no queda nada
que merezca reparo, denegación, astucia.
No ocurre casi nada
casi nunca
pero sí con mixturas
de lo astral, lo pedestre
se conforma un misterio,
se amasa un gran suceso que renueve la vida
y así vibra la capa profunda de los cuerpos
(la sustancia sutil nos licúa y derrama
para siempre encantados)
y sobre el lino puro que recubre los lechos
se bordan iniciales de un ignorado nombre.
Pañales y mortajas
con un hilo de seda del color de la sangre
que diluyen tan sólo
las coloreadas aguas
del semen o las lágrimas.

12/7/07

Te Deum


Ahora es el instante
de ese posible error
en todo cálculo
el disturbio
la espera.
No consigue dormir
no sabe hacer
lo que habría que hacer
ahora es el pasaje
el mientras tanto
si hasta parece que la aguja retrocede
vuelve al gajo anterior
el de la sombra
sólo unos pasos en el sentido ya prescrito:
se desliza la carne en humedades
silbido de aire entre los dientes
se puede oir
el niquelado tintineo de la dádiva
al compás.
No. Dirá: no
a las sirenas que ululan en el vértigo
no
al portazo brutal que da la angustia
no
al roce de cadenas sobre el suelo
de lo perpetuo y fantasmal
desencarnando
no a los ojos
que se posan vacíos más allá de la idea
esa clara señal de que ha habido promesas. No.
En su lugar
la sensación de ascenso y de caída
un cadáver que flota
su cabellera extensa
suspendida
un marchito nenúfar
sobre el espejo deformante
del río inmóvil.
Dirá: sálvame
(el no sabe pedírtelo, no acierta)
eludiendo el mensaje y la evidencia
de signos y de marcas
(de puño y letra su nombre ha escrito)
si ha vivido evitando
enfrentarse al silencio y la palabra
no sabrá hacerlo
sálvalo, entonces
de la soberbia propia del esclavo
y del deseo
que humilla al amo
salva o devuélvelo,
estéril como ha sido
a los flujos que emanan del Agua de Las Aguas.
Que ya no gire, Señor

-en este cósmico delirio-
alrededor de tí
(de mí)
sobre sí mismo.

3/7/07

Distancias


(Sobre una relato de Walter Benjamin acerca del acto de peinarse, en la mañana)


Alisa
alinea o desenreda
su peine antiguo
cede paso al torrente
ese agua dulce
que hizo flotar los sueños
se devora de a uno
los dorados erizos de sus ondas castañas,
los deshace, despacio, entre los dientes
-sus diques afilados de carey-

El hombre mira:
¿soy yo la que se peina delante el espejo?

(los espejos ven todo
pero callan las cosas que el reflejo no abraza)

Cada imagen resuena:
una copa quebrada
sobre la ajena simetría de la alfombra.

El peine nos aleja
de la región del sueño
con meditada astucia,
socava la más densa arquitectura.
Un horror distraído
desencanta los palacios que habitamos
en las noches que crees
que has dormido a mi lado.