9/3/07

El





El muchacho se baña
en el borde del río;
sus ropas han caído con descuido,
los pliegues en desorden de su traje
tienen al sol un tono púrpura
y algo de oro en los bordes.
Su carne desnuda comparte
la blanda cualidad de una fruta en otoño.
Camina por la orilla
sus brazos son más bellos
cuando extiende las palmas
aventando el reflejo
de unos rayos de luz que lo encandilan.
Sobre el plano cambiante de las aguas
hay un aire pesado que bordea
las líneas de su cuerpo
y es más grueso y más claro
cuando pisa la playa.
Leonardo lo contempla sin ser visto
y el ojo envía al alma
un dictamen secreto
que la memoria guarda hasta el día preciso.

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